domingo, 9 de julio de 2017

A propósito de la Promo XXII de la UECAVB

Una de mis metas no logradas aún como profesor es asistir al acto de grado de un grupo de bachilleres recién salidos del horno académico. Es curioso que en estos frescos y rozagantes cuatro años de ejercicio docente no haya tenido la oportunidad. Aproximándose la fecha de graduación de un grupo de estudiantes muy especial, no puedo evitar recalentar este pensamiento servido en anteriores ocasiones, y que me carcome un poco la conciencia. Me refiero, claro está, a los bachilleres de la Promoción XXII de la Unidad Educativa Coronel (B) Adolfo Valbuena Bravo, que por estos nacientes días de julio aspiran por primera vez las brisas de la libertad educativa.

Libertad ¿en qué sentido? No me refiero a la libertad de quien ha estado oprimido por mucho tiempo por las exigencias escolares, aunque algunos así lo conciban. Hablo de la libertad de elección que lamentablemente nuestro sistema educativo niega a quienes transitan por las aulas de Venezuela. La libertad de seguir un camino propio, descubriendo cualidades, explotando virtudes, curando dificultades. Aprender es un placer; “ver clases”, no tanto. Y vaya que pueden llegar a distanciarse estos conceptos. Es para mí una pena ver como avanza el siglo XXI y nuestra educación sigue atascada en la fase mecanicista e industrializada que marcó el inicio de la educación moderna, por allá en el siglo XIX. Es para mí una pena haber sido formado y luego seguir formando al más puro estilo Henry Ford, como en una cadena de producción, manipulando un producto que debe ser entregado puntualmente a la sociedad, con alguno que otro sobresaliente, un inevitable grupo de insuficientes, y una vastedad de seres a medio formar.

Pero no todo está perdido. Somos sobrevivientes. Nuestros agudos sentidos juveniles, nuestra sangre caliente del trópico y nuestro eterno anhelo de libertad sobreviven a la factoría educativa, y se vuelven tierra fértil para sembrar un presente más notable, más puro, más humano. Aquí tienen frente a ustedes la libertad de elegir su propio camino. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, dijo el poeta Antonio  Machado. Es ahora cuando comienzan realmente a caminar. Se acabó el prólogo. Ya tienen una maleta llena de instrumentos y herramientas. Elijan una senda, con el corazón en la mano, y síganla. Sigan a su artista interior, a su deportista interior, a su científico interior. Pero siempre con sinceridad y humildad. Nada de complacer las necesidades de otros, ni siquiera de sus padres. Si realmente sembraron algo en esas cabezas suyas durante todos estos años de educación, entonces ellos podrán estar tranquilos de que sus hijos elegirán por su propia cuenta una carrera adecuada a sus capacidades y deseos. Vayan, muchachos míos, vayan y siéntense a estudiar bajo la sombra del árbol que más quieran. Vayan a demostrar que su voz merece ser escuchada.

Sé que todos ustedes tienen algo que decir. Desde el más tímido hasta el más salido. Cuarenta nombres, ignorados por el mundo, aparecen hoy como menudas lucecitas en medio de un caos constelado. Brillen fuerte, tanto que la claridad de sus acciones lleguen hasta mis días en los confines australes de la tierra. Quiero escuchar sus voces, afinadas por las olas del mar, el aliento de la sierra y el temblor de la tierra viva. Quiero que esos cuarenta nombres representen una idea elevada, y que no solo sean significante hueco y vacío, sino significado perdurable y trascendente. Porque tengo fe de que así será. Yo creo en ustedes.

Y no es una fe injustificada. Tengo basamento y marco teórico. Yo los vi muchas mañanas, en momentos de alegría, y en tiempos de gran angustia. Yo escuché, desde mi escritorio, haciendo como que no los oía, sus penas y sus victorias. Supe de sus desvelos y sus regocijos. Vi de cerca la soledad de algunos y la camaradería de otros. En tantos amaneceres compartí su sufrimiento, su hastío y su anhelo. Yo leí las exquisiteces textuales de unos cuantos y me reí tantas tardes con los intentos apurados de quienes trataban de encontrar la relación entre cuervos, cisnes y ruiseñores. Por mí pasó su manera de pensar, como la criba de un buscador de pepitas de oro. Desde mi mesa notaba su interés, o la falta del mismo, contemplaba sus sueños, y su sueño también –sí, lo digo por ti, el que llevó en una ocasión una almohada al salón-. Todo eso que ocasionó regaños y reproches, se convertirá tarde o temprano en memorias de travesuras infantiles, para compartir en una madrugada estrellada años después. Yo vi como descubrían los primeros pasos de la madurez, enamorándose, odiándose, afianzando amistades y rompiendo lazos. Porque la vida es así, llena de toda clase de sabores y olores. Qué amarga sería una eterna existencia llena de solo gozo. ¿Cómo podríamos reconocer el día si lo noche no existiera? Todos los libros que leímos y leyeron apuntan siempre a esa sola idea, a esa simple línea que nos hace humanos: venimos a este mundo a degustar la única vida que se nos regaló, antes de que llegue el implacable ocaso y nos lleve a la noche eterna. Yo vi en sus ojos, en los ojos de quienes levantaron la mirada hacia mis clases, gradaba en fuego en esa idea, profundamente, en su alma.

Ahora son bachilleres. Hojas nuevas para la primavera de un árbol que florece en medio de la más cruda tempestad que Venezuela haya vivido. Sean libres de elegir el papel que desempeñarán en esta vida que se les ha concedido. Elijan sabiamente y con honestidad, y fácilmente alcanzarán esas metas que se planteen, sabiendo siempre que lo importante no es llegar a la meta, sino como lleguen a ella.

Sobrevivieron, muchachos. Sobrevivieron al prólogo. A la parte más fácil. Agarren fuerte todo lo que aprendieron, y a vivir. Adelante, adelante siempre. Dios está con ustedes, sus profesores están con ustedes, sus padres están con ustedes. ¿Quién dijo miedo? Me despido afectuosamente de ustedes, Promo XXII:


1.      Álvarez, César
2.      Araujo, Fanny
3.      Ávila, Wilderman
4.      Barón, Edilber
5.      Casadiego, Vicente
6.      Castillo, Ross
7.      Castillo, Wilzon
8.      Colina, Andrea
9.      Da Silva, Sergio
10.  Delgado, Nurielys
11.  Fajardo, Arianna
12.  Faría, Rubén
13.  Flores, Carla
14.  González, Lorney
15.  Hernández, Mariana
16.  Hernández, Salomé
17.  Lara, Daniel
18.  Lobo, María
19.  Maestu, Harrison
20.  Manrique, Leonardo
21.  Medina, Jorghelis
22.  Mendoza, Geison
23.  Mendoza, Orlando
24.  Mota, Rosmaliberg
25.  Ontiveros, Kevin
26.  Patiño, Ángel
27.  Pereira, Abdy
28.  Pérez, Andrea
29.  Pérez, Berenice
30.  Pérez, Jesús
31.  Pérez, Karelis
32.  Rea, Desiree
33.  Rojas, María
34.  Ruiz, Daniel
35.  Sarmiento, José
36.  Torrealba, Gabriela
37.  Torrealba, Roxana
38.  Tusa, Paola
39.  Vásquez, Michelle
40.  Zorrilla, María


…hasta la próxima clase.