viernes, 16 de junio de 2017

De Venezuela a Chile: tepuyes, selvas, ríos y montañas - Parte I

ADVERTENCIA AL LECTOR PRÁCTICO

Esta es una bitácora de viaje muy detallada. Es posible que resulte menos prosaica de lo que esperas. Ahondaré en descripciones y detalles, mezclando los aspectos prácticos del viaje con otros más "espirituales". Sin embargo, en la última entrada colocaré un resumen de la información que posiblemente buscas: costo de pasajes, duración, horarios de llegada y salida. Buen viaje.

PRIMERA PARTE: LA PATRIA

Tras unos cuantos meses de clandestina preparación, y luego de haber informado a todos mis seres queridos sobre la decisión tomada, llegó el día de armar mi maleta, organizar mis documentos y dejar la comodidad de mi hogar para emprender un nuevo rumbo: la emigración.

Mi viaje inició el viernes 12 de mayo del 2017, a las 6.15am. Salí del terminal de pasajeros Big Low, en Valencia, Carabobo, y llegué al terminal de La Bandera, Caracas, a las 8.40am. Costo del pasaje: 3200 bolívares. Aquí me despedí de mi papá y de mi hermano Carlos. En su momento ninguna lágrima fue derramada, y el abrazo fue más corto de lo que el camino por delante pudiera ameritar, pero solo el cielo sabe cuánto he llorado por esa separación. Mi papá subiendo mi maleta al autobús, el apretón de manos, el abrazo y el “hasta pronto” son tesoros que alberga mi corazón y que me dan calidez en las frías noches de este nuevo país que ahora me acobija.

Del Big Low a La Bandera

Ya en la capital, pasé el día con la familia de quien sería mi compañero de viaje y vida a partir de entonces, Ronny Sperandío. Almorzamos con su familia, dimos los últimos y muy conmovedores adioses con un nudo en la garganta y salimos rumbo a La Guaira a las 4pm, desde la plaza La Concordia.

Fue el papá de Ronny el encargado de llevarnos hasta el hotel Catimar en La Guaira. Nuestro vuelo a Pto. Ordaz, Bolívar, estaba programado para el día siguiente a las 6am, y debíamos estar en el aeropuerto nacional al menos dos horas antes. Por eso decidimos quedarnos en un hotel. El hotel Catimar nos llamó la atención por sus económicos precios y la opción de traslado al aeropuerto sin cargo extra en cualquier horario. Hicimos el check-in a las 5pm y pasamos la tarde viendo películas. Al caer la noche bajamos al restaurante del hotel –cuyo servicio nos pareció pésimo- y dimos un paseo por la playa que queda frente al hotel. Pensaba en ese momento que estábamos parados en la cabeza del continente, mirando el Caribe y sintiendo su aliento caliente por última vez en mucho tiempo. Luego de eso regresamos al hotel, programamos el despertador a las 3am y nos fuimos a dormir.
 
¿Qué esperaban? ¿Una foto en el
famoso piso de Cruz-Diez? Nada
de eso. Nuestro vuelo era
nacional
Despertamos muy temprano y rápidamente nos preparamos para salir. En recepción ya estaban otros huéspedes que se dirigían al aeropuerto. De los ocho presentes, solo nosotros dos íbamos al nacional. Llegamos al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar –Maiquetía- y prácticamente despertamos a todos a nuestro paso. Aclaro nuevamente que estábamos en área de vuelos nacionales. Digo que despertamos a todos porque mi maleta era realmente ruidosa. Las rueditas estaban desgastadas, así que traqueteaban terriblemente al rodar. Y pensar que así la arrastré por cuatro países. Lo primero que hicimos fue dirigirnos a la taquilla de Conviasa, la aerolínea en la que previamente habíamos comprado nuestros boletos -32000 bolívares cada uno-. Luego de notar que no había nadie porque habíamos llegado demasiado temprano, pesamos las maletas, acomodamos un poco el peso –que no podía exceder los 23kgs.- y Ronny fue a que las embalaran. Esta medida es muy práctica para evitar robos durante el traslado. Alrededor de las 4.30am inicio el movimiento: entregamos los comprobantes de pago, revisaron pasaporte, entregamos las maletas, nos dieron los boletos y pasamos al chequeo. Allí pasamos por el famoso detector de metales, pasaron el equipaje de mano por rayos X y nos hicieron pasar al área de espera. Allí tomamos asiento, de frente al naciente amanecer, nos conectamos al wifi de aeropuerto para informar del avance a nuestras familias y esperamos el inicio del abordaje.


Poco antes de las 6am abordamos el avión. Así iniciábamos el primer tramo, al despuntar el alba del sábado 13 de mayo del 2017. Fue mi primer vuelo. Me pareció emocionante, aunque corto. Apenas duró 50 minutos. Alrededor de las 7am estábamos aterrizando el Aeropuerto Internacional Manuel Piar, en la ciudad de Puerto Ordaz, estado Bolívar. Nos recibió un clima lluvioso. Tomamos un taxi en la salida del aeropuerto que nos llevó hasta el Terminal de pasajeros de Puerto Ordaz, que queda cruzando la calle desde la salida del aeropuerto. Allí enfrentamos una realidad que francamente no habíamos considerado: que los horarios de llegada y salida no siempre nos favorecerían. Suena obvio, pero en realidad no lo habíamos tomado en cuenta.

Amanecer en Maiquetía














Nuestra siguiente parada sería Santa Elena de Uairén, en la frontera con Brasil, pero todos los buses salían a las 6pm. Eso implicaba una espera de casi once horas en el terminal. Allí tuvimos nuestro primer ataque de desesperación, cuyo resultado fue tomar un taxi hasta el terminal de pasajeros de San Félix, a 20 minutos de distancia. Supuestamente allí conseguiríamos un bus que saliera antes de mediodía. Error. Fuimos hasta allá solo a gastar dinero en taxis. Igual los buses salían en la tarde-noche. Además, nos dimos cuenta de que teníamos poco efectivo –ese fue un error mío- y que casi nada funcionaba con punto de venta. Retornamos al Terminal de Puerto Ordaz, medio derrotados, y compramos pasajes en la línea de buses Expresos Caribe. El encargado nos atendió con mucha amabilidad y nos dio buenas recomendaciones, como la custodia de maletas, en el local de al lado. Allí dejamos las maletas y nos dispusimos a esperar paseando en el C.C. Orinokia, que queda muy cerca del terminal. El pasaje nos salió a 12000 bolívares cada uno. Pudimos pagar con tarjeta.

Luego de un día caminando y comiendo comida rápida, regresamos al terminal –yo, con la idea de que nos habían robado el equipaje en la custodia, o algo así- y retiramos nuestras maletas sin ningún problema. El bus llegó puntual, nos acomodamos y así comenzó el siguiente tramo, el viaje de 12 horas hasta Santa Elena de Uairén.

Durante la noche el bus hizo muchas paradas: personas que se bajaban o subían, revisión de Guardias Nacionales –y nosotros con un nudo en la garganta- o paradas para ir al baño. Despertamos con la esperanza de ver algún tepuy antes de salir del país, pero los únicos que vimos estaban demasiado lejos. Eso sí, el paisaje de la Gran Sabana es asombroso, aun visto desde la periferia. Nos sentíamos en el borde del mundo.

A las 6.30 am del domingo 14 de mayo, día de las madres, llegamos al diminuto Terminal de pasajeros de Santa Elena de Uairén. Llegamos a un andén lleno de tierra roja. Tomamos un taxi en la salida del terminal, compartido con otro viajero, que nos cobró 4000 bolívares por persona hasta la frontera. El recorrido duró una media hora. Llegamos a la aduana, donde unos Guardias Nacionales nos hicieron bajar las maletas, para una revisión. Revisaron cada centímetro del equipaje, incluso agitando los libros que llevábamos. Tal vez buscaban dólares. Nuestros organizadores ni los miraron. A lo mejor lo tienen prohibido. Nos preguntaron a dónde nos dirigíamos y yo respondí que a Bolivia. “¿Y por qué escogieron esta ruta?” preguntó uno de ellos, “Porque nos pareció más rápida y barata”, respondí yo. Luego de eso no dijeron nada más. Nos indicaron que debíamos sellar la salida en el puesto del SAIME, que ya tenía una pequeña cola, y así tuvimos nuestro último encuentro con quienes tanto nerviosismo causaron a nuestro tramo venezolano.

En el puesto del SAIME nos sellaron el pasaporte tras un par de preguntas de rutina: oficio, lugar de origen y país de destino. “Docente”, “Valencia, Carabobo” y “Brasil” fueron mis respuestas. Al salir, el taxista ya se había ido, así que nos tocó cruzar la frontera a pie, bajo una insidiosa llovizna. En lo alto de una loma ondeaban los pabellones venezolano y brasileño. Allí, a un cuarto para las ocho, dejamos atrás la gran y bendecida tierra de Venezuela. Por primera vez mi pie hollaba suelo extranjero.

6 comentarios:

  1. Me agradó este post, voy a continuar leyendolo, suerte!!!

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  2. Hola. al leer tu experiencia ese sentimiento que te impulsó a tomar la decisión de emigrar lo reconozco en mi, estoy preparando mi salida del país de manera organizada

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  3. Hola. Nosotros pensamos viajar a Chile por Brasil. Qué recomendaciones nos das para pasar la aduana sin problema? Podrias decirme si los guardias te preguntaron si llevabas dolares? He leido que algunos los quitan... :-(

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    1. Hola. Nosotros pasamos todos los controles fronterizos sin inconveniente. Ningún guardia, dentro o fuera de Venezuela, nos preguntó por dólares. Son muchos los rumores que hay sobre este punto, pero no he logrado confirmar ninguno. Por precaución, preferimos llevar nuestro dinero en el bolsillo, y no escondido. Pensamos que escondido levantaría sospechas. En parte es una cuestión de suerte. Lo mejor es ir con confianza, pero atento a todo lo que pasa a tu alrededor.

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