viernes, 16 de junio de 2017

De Venezuela a Chile: tepuyes, selvas, ríos y montañas - Parte II

PARTE II: MUITO OBRIGADO, BRASIL

Entramos a Brasil el domingo 14 de mayo de 2017 poco antes de las 8am. Arrastramos nuestras maletas por una carretera mojada por más de 500 metros, hasta llegar al puesto de la Policía Federal de Brasil. El puesto abre a las 8am. Mientras esperábamos la apertura, vimos a unos muchachos que estaban cambiando bolívares a reales. Allí nos enteramos que el cambio de bolívares a reales sale mejor que de dólares a reales, así que, futuro viajero, si estás leyendo esto NO TE MATES POR CAMBIAR TODOS TUS BOLÍVARES A DÓLARES, ya que en la frontera con Brasil el cambio sale a 1500 bolívares por 1 real, mientras que 1$ son 3 reales. Saca las cuentas y verás que te ahorras unos cuantos miles de bolívares. Para fines prácticos, repito la tasa de cambio a la fecha (14/05/17)

1500 Bs. = 1 Real
1 $ = 3 Reales

Los que cambian parecen malandros, pero la verdad es que son confiables. Aun así, tomen sus previsiones: no vayan solos y eviten cambiar en un lugar muy escondido. Nosotros cambiamos 200$, lo cual nos dejó con 600 reales. Según nuestros cálculos, con eso bastaba para que dos personas atravesaran todo Brasil. Resultó ser así. Hasta nos quedaron algunos reales para cambiar en Bolivia.

La Policía Federal comenzó a atender a las 8am. Quedamos entre los primeros diez y pasamos sin complicaciones. Entonces surgió el problema del idioma. Yo iba todo feliz y confiado con mi curso incompleto de Duolingo, hasta que el policía me lanza una avalancha de sonidos incomprensibles que resultó ser portugués. Sin embargo, me hice entender. Preguntó por mi destino. Le dije que quería cruzar el país, e ir a Bolivia. Entonces me recomendó una ruta, sacó su teléfono y con Google Maps me mostró a qué ciudades debía ir. Una alusión a un río y a Porto Velho salió en la conversación, pero yo no hice mucho caso. Más tarde entendería la razón de ello. Me sellaron por 20 días y listo.

Ronny salió después, y le sellaron apenas 8 días. Jamás entendimos la razón. Fue entonces cuando conocimos a Jeremye y a Luigi, dos venezolanos que también estaban en plan de emigrantes. Nos pusimos de acuerdo para hacernos mutua compañía durante gran parte de nuestro trayecto, ya que ellos no tenían nuestro mismo destino. Hasta La Paz, Bolivia, seríamos compañeros de viaje. Ellos tardaron más en ser atendidos, así que entre una y otra cosa, terminamos tomando taxi para Boa Vista a las 10.20am.

El taxi se toma de una línea que está establecida justo al lado del puesto de control fronterizo. Caben hasta cinco personas y sale a 40 reales por persona, hasta Boa Vista, Roraima. Cabe destacar que nosotros nos encontrábamos en la ciudad de Pacaraima, Roraima. El viaje duraría entre dos y dos y media horas.

Llegamos medio dormidos a la Rodoviaria José Amador de Oliveira en Boa Vista, a las 12.30am. De inmediato conseguimos las líneas con destino a Manaus. Elegimos Asatur por tener un precio de oferta y ofrecer wifi y puestos de carga para celulares en su bus. Nuevamente, tendríamos una tarde de espera por delante, pues el bus saldría a las 8pm. El pasaje salió a 99 reales por persona. Pasamos toda la tarde entre la “sala de espera” de Asatur –no era una sala de espera, solo eran dos sofás colocados frente a la taquilla de venta de pasajes, y nosotros los invadimos hasta la noche- y la feria de comida. Allí conseguimos un buen puesto de comida, llamado “Culinarias da Duda”. Es atendido por venezolanos –entre magallaneros y caraquistas- y tienen muy buenos precios.


En este punto recomiendo que ustedes, futuros viajeros, hagan lo mismo que nosotros: comprar un adaptador para sus cargadores. De aquí en adelante, será muy raro que consigan un tomacorriente como los de Venezuela.

A las 7.30pm nos acercamos al andén de Asatur y nos preparamos para abordar. Nos acomodamos en nuestros asientos, pusimos a cargar las tablets y la laptop, y lamentamos que la señal del wifi jamás funcionara. Teníamos señal, pero no conexión. Punto negativo, asatur.

Al día siguiente, lunes 15 de mayo de 2017, a las 7.30am, llegamos a la Rodoviaria do Manaus, en Manaus, Amazonas Y entonces, la gran sorpresa. La ruta que nos debía llevar hasta Porto Velho, Transbrasil, en un viaje de 24 horas, no estaba funcionando, porque una inundación había dejado inhabilitados ciertos tramos de la carretera que atravesaba el Amazonas. Pero rápidamente un taxista vino en un nuestro auxilio. Nos indicó que si bien no podíamos viajar en bus, teníamos la opción de tomar un avión o un barco para llegar a Porto Velho. Por supuesto, el avión estaba fuera de nuestro alcance económico, así que optamos por un barco. Por 40 reales, nos llevó al centro de Manaus a comprar pasajes para el barco y luego nos llevó hasta el Porto Demetrio, donde estaba anclado el F/B “Vieira”, de la Agência Campo Sales. Solo cuando estuvimos en la cubierta del “Vieira” fue que terminamos de entender que el barco saldría al día siguiente, martes 16 de mayo a las 6pm. Nuestra sorpresa fue mayúscula, pero estaba por aumentar. El viaje duraría cinco días, llegando a Porto Velho el domingo 21 de mayo alrededor de las 6pm.
 
Vista del río Negro desde el F/B Vieira (Porto Demetrio, Manaus, Amazonas, Brasil)
Tras un breve periodo de sorpresa y estupefacción, me encogí de hombros y me resigné. Pensé entonces “vacaciones adelantadas en el Amazonas” y así fue como tomé aquel contratiempo. El pasaje costó 200 reales por persona, y gastamos unos 50 reales más, entre hamacas y provisiones.

Pasamos ese lunes preparándonos para el viaje. Compramos hamacas. Es obligatorio comprarlas, ya que es donde dormiríamos durante todo el viaje, y dormir en el suelo no era una opción. Nuestra anfitriona, la muy atenta Lily, nos ayudó en todo momento. Donde comprar comida, qué cosas necesitaríamos para el viaje, los horarios, el uso del baño de abordo. De todo. Me atrevería a decir que a pesar de que apenas compartimos cinco días de viaje, la considero mi amiga, una amiga en el amazónico Brasil.

 
Con nuestra anfitriona, Lily
Con el paso de las horas conocimos a otros venezolanos que serían nuestros compañeros de viaje: Israel, Mari Carmen y Antonella, una familia valenciana con una encantadora hijita; Arturo, un valiente emigrante que viajaba solo; David, otro emigrante, más silencioso que los anteriores, y una pareja de cubanos, Yoliet y “Pipo”. Más adelante se nos unirían dos cubanos más. Luego conocimos a una encantadora aventurera argentina, Berenice. De esta manera, hicimos nuestra pequeña sección de ruidosos hispanohablantes en la cubierta. A bordo iríamos unos cuarenta pasajeros, todos con sus maletas, hamacas, y demás enseres. Por cinco días pude experimentar la calidez del trato de los brasileños, la variedad del paisaje amazónico, la exquisita abundancia de la comida carioca y el ataque constante de los insectos al anochecer.

Por más incómodo que pueda sonar todo esto, el viaje fue muy enriquecedor y más placentero de lo que se pudiera pensar. Dormíamos en nuestras hamacas, o nos tendíamos en el piso a sobrellevar el calor. Comíamos a tres horas exactas: café de la mañana a las 6am, con lo que todos se levantaban tempranito, almuerzo a las 11am, generalmente constaba de pasta, arroz, pollo o carne, ensalada, granos o sopa –NOTA: el arroz y la pasta no eran excluyentes entre sí-, y la cena a las 5pm. Por lo general la cena era tan abundante como el almuerzo. ¿Por qué tan temprano, se preguntarán? Porque cenar al anochecer, bajo el latigazo de un ejército de insectos, no es nada agradable.
 
La multicolorida cubierta del F/B Vieira
Este es un tramo que si les toca hacer deben afrontarlo con paciencia y buen temple. Es una oportunidad única de estar en contacto con la selva del Amazonas y el río Madeira. Los paisajes cambian por hora, y con suficiente atención y aguante, es posible ver muchos animales interesantes. Yo llegué a ver tucanes, macacos, serpientes en la costa, una guacamaya roja espectacular, muchas toninas y un enorme cocodrilo.


Cuando ya la rutina estaba por volverse hábito, llegamos a Humaitá, el sábado 20 de junio a las 9am. Este sería el último puerto antes de Porto Vehlo. Muchos brasileños se bajaron aquí, así que el barco quedó casi completamente para nosotros. Ese día cantamos, reímos, las mujeres se secaron y arreglaron el pelo, yo me afeité la incipiente barba, y preparamos todo para nuestro último día en Brasil. Aquella tarde el ambiente estuvo festivo. Viajeros de cuatro nacionalidades compartían una cena más, antes de separarse por esos caminos de Dios.
 
Parte del combo hispanoablante
Disfruté enormemente la travesía del “Vieira”. Me permitió conocer maravillosas personas y parajes, y entender la magnitud de lo que significa salir del país a aventurarse en busca de una nueva vida, del crecimiento personal. Olvidé por un buen tramo la incertidumbre del porvenir y los pesares que dejaba atrás, para solo sentir la tranquilidad y calidez de las aguas amazónicas.

El domingo poco antes de mediodía divisamos Porto Velho a la distancia. Ansiábamos poder seguir nuestro viaje. Pero yo admito que en mi interior tenía un ligero deseo de no bajarme de ese catamarán, solo ponerme una pañoleta y ser parte de la tripulación. Esta idea no se la dije a nadie. Me parecía muy risible.

Lily, nuestra anfitriona, en lo que considero un gran acto de bondad, llamó a un par de taxis para que nos llevaran hasta Guajará-Mirim, la frontera con Bolivia. Lo agradecimos enormemente, pues resultaron ser muy cómodos y más económicos que los que rondaban por allí.

De Porto Velho, Rondonia, hasta Guajará-Mirim, Rondonia, el viaje duró tres y media horas, y salió en 100 reales por persona. Vimos los últimos paisajes brasileños, demasiado exóticos y salvajes como para describirlos con exactitud. A las 4.30pm llegábamos a la ciudad fronteriza de Guajará-Mirim. Los taxistas nos llevaron al puesto de la Policía Federal. Por un momento el alma se nos cayó a los pies, pues el horario colgado en la puerta decía que atenderían nuevamente, por ser domingo, de 8pm a 9pm, y nosotros, naturalmente, queríamos cruzar a Bolivia antes del anochecer. Entonces los más salidos del grupo hicieron valer sus virtudes tocando la puerta y preguntando si nos podían atender fuera de horario, justo ahora. Los agentes, muy amablemente, nos abrieron la puerta y uno a uno nos fueron sellando los pasaportes.
Horario de atención de la Policía
Federal de Brasil. Aquí se sella
la salida del país

Luego del sellado, los taxistas nos llevaron hasta el puerto fluvial, de donde salían las lanchas que cruzaban el río hasta Bolivia. Allí pagamos 8 reales por persona, abordamos la lancha y en menos de diez minutos ya estábamos en el siguiente país.

Me despedí de Brasil con cierto pesar. No pensé que me gustaría tanto esa parte del viaje. Pensé que apreciaría más el trato con bolivianos, hermanos de idioma, pero me di cuenta más tarde que no sería así. Nuestros primos idiomáticos fueron infinitamente más amables y cálidos. Con la lluvia en la cara, y el viento agitando el pabellón bicolor, miré atrás, a la otra orilla del río, y pensé: muito obrigado, Brasil.

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