Lo usual es que en Venezuela
la temporada lluviosa comience en mayo. Mayo es mes de iguanas, de cruces y de
palos de agua. Pero a veces, las lluvias se adelantan. Son una curiosa
sorpresa, en plena cosecha de mangos. Este año las lluvias se adelantaron, y
con ellas, la temporada de cambios.
La lluvia es un regalo del
cielo. Revitaliza la tierra, refresca el aire, vigoriza a las plantas y, lo más
importante, me produce sosiego. La lluvia significa para mí cambios, avance,
renovación. Y así como los cambios, la lluvia es necesaria e indetenible. Especialmente cuando llega repentina y sin avisar.
Ser humano significa ser
mutable. Y eso es maravilloso. Somos movimiento, fluir, sentir. Como el agua
entre las rocas, o el viento entre los árboles. No podemos resistir el espíritu
nómada de nuestros ancestros. Todos emprendemos un viaje, tarde o temprano.
No siempre se trata de un
viaje físico. Así como nos lo demuestra la literatura, el viaje que iniciamos
puede ser espiritual. Don Quijote de la Mancha, por ejemplo, emprende ambos
viajes. Se desplaza por España, sobre su resignado Rocinante y en compañía de
su leal Sancho Panza, y a la vez, se mueve por las salas del espíritu humano,
entre la locura y la cordura, de una aventura a otra, probando las mieles de la
justicia y la rectitud. Y su viaje, el del Quijote, es también un viaje para
Sancho. Aun sin proponérselo, Sancho termina visitando los mismos estadios
psíquicos de Don Quijote, y se transforma. Sancho, aún sin saberlo, se enfrenta
al cambio, y el cambio lo convierte en alguien mejor.
Por lo tanto, el cambio es
necesario. Eso no lo podemos dudar a estas alturas. También es inexorable, lo
cual significa que no se puede evitar. Como el flujo del agua, uno puede creer
que lo está deteniendo, pero no es así, solo lo está acumulando. Más temprano
que tarde, el agua rompe cualquier dique y fluye con la violencia de una
estampida. Es allí cuando hay gritos, lágrimas, quejas y cosas que se rompen.
Para el ser humano, negar el cambio es acumular el avance, que pronto terminará
dándote una bofetada en la cara para hacerse paso y entrar tempestuosamente al
mundo. He conocido a un par de personas así, y todas terminan pasándola mal.
Hay que dejarse llevar por la
corriente. Estar conscientes de lo que somos y a donde pertenecemos, y luego
actuar en consecuencia. ¿Qué somos? Individuos ¿A dónde pertenecemos? A una
sociedad. Por lo tanto, somos individuos sociales. Es decir, debemos crecer por
nuestra cuenta, desarrollar nuestro ser plenamente y que esto, además, sea útil
para los otros individuos, que nos necesitan tanto a nosotros como nosotros a
ellos. El cambio, entonces, no solo debe ser positivo para el YO sino también
para el OTRO.
La educación es un cambio,
tanto individual como social. Leer es cambiar. Correr es cambiar. Pintar es
cambiar. Lee, y tu mente cambiará, así como la mente de quienes te rodean.
Corre, y tu cuerpo cambiará; tus músculos se harán más fuertes. Pinta, y tu
alma cambiará; tendrá nuevos matices para admirar y expresar. No rechaces el
cambio, ¡abrázalo!, ¡búscalo!, decide tomarlo. Cambiar es una decisión. Y es la
primera que se debe tomar para todo lo demás.
Es maravilloso ver a alguien
después de tantos años y observar en esa persona el resultado de la suma de
todos los cambios favorables que pudo haber decidido tomar. “Mírate, eres todo
un médico”, o “¿En serio tú pintaste todo esto? Es fascinante”, o “Eres la
mejor madre del mundo”, o el eterno y siempre confiable “Cómo has cambiado”.
Aunque este último puede ser ácido dependiendo de la situación.
Es gracioso pensar, aquí
sentado frente a mi computadora, en aquellos últimos días de mi quinto año de
bachillerato, cuando todos sucumbíamos a la tradición de rayarnos las camisas.
Es gracioso para mí pensar en eso porque la frase más recurrente era “Nunca
cambies”. ¡Por Dios! Que condena tan terrible. La mayoría de las personas que
ponían eso con sus sharpies
indelebles eran las primeras que debían cambiar. Ahora los veo, cada quien a su
manera, y sigo pensando así.
Este año, para mí, marzo trajo
vientos de cambio. Ya me estoy acostumbrando a que sea así. Pronto me
enfrentaré a uno de los cambios más drásticos y trascendentales de mis
veinticinco años de vida: un nuevo país. Es momento de cambiar hábitos,
costumbres, ritos. Cambiar de oficio. Cambiar de entorno. Cambiar, muy a mi pesar,
a las personas que me rodean. Estoy dispuesto a afrontar todos esos cambios,
tomar al toro por los cuernos, y cambiar mi estatus social a “inmigrante”. Me
adaptaré a una nueva realidad, cambiando solo los contornos de mi ser, pues mi ethos, mi sanctasanctórum del yo, el Daniel genuino que habita bajo mi piel, ese
continuará siendo él, creciendo con cada oportunidad. Y los cambios, claro
está, son oportunidades.
Pienso todo esto mientras
comienza a llover y veo mi habitación a mi alrededor, medio vacía. Mi biblioteca, ya casi sin libros, tiene un aire de melancolía. Pienso en las personas tan geniales que he conocido en estos últimos tiempos, y trato de ponerlos a todo en la sala más amplia de mi alma, la que tiene menos telarañas. Veo el calendario y noto que muy pocos días me separan del gran momento. Es marzo, y
está lloviendo. Es marzo, y ya viene el cambio de estación. Es marzo; es
momento de cambiar.
José D. Alvarado (Marzo, 2017)
José D. Alvarado (Marzo, 2017)
Profesor le deseo el mayor de los éxitos en su nuevo cambio y en nuevo país, Dios lo bendiga y lo colme de todas las bendiciones posibles. Quiero aprovechar de darle las gracias por haber dejado una huella en el corazón y en el alma de mis hijos, y sobre todo por el amor a la literatura y al hermoso habito de la lectura con pasión, gracias por ser y haber sido el profesor de mis hijos (2), Si alguna vez se regresa a Venezuela para su propio bien, por favor regrese al Valbuena Bravo, usted me recuerda al profesor Kitting, de la película "la sociedad de los poetas muertos" y su famosa frase carpe diem, entonces profesor le toca a usted vivir esa frase y que Dios lo acompañe y lo cuide...Jeaneth de Miranda
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